De todo...

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Planté algunos árboles, tuve 3 hijos y 3 nietos, estoy listo para escribir mi libro...

Planté algunos árboles, tuve 3 hijos y 3 nietos, estoy listo para escribir mi libro...

16/6/11

Salvador de Bahía (un viaje en capítulos) Parte 2


DIVAGAR DEVAGANDO (DE POR AQUI, DE POR ALLA...)

Caminar por la vereda de la Praca da Se esquivando negros durmiendo monas de noches trasnochadas de samba y cachaca, vendedores ambulantes, morenas descalzas y casi desnudas, bahianas de encajes blancos y cintos colorados, chicos rotosos y turistas disfrazados, mientras por los oídos entran confundidos en un aquelarre musical palabras en mil idiomas gringos y melódicos sones nativos.
Llegar a la Plaza de la Catedral (que misteriosos episodios habrán sucedido para que se hayan construído tres iglesias alrededor de ella...?) y soportar el asedio de los chiquilines que venden maníes o huevos de codorniz por un real.
Agradecer a las docenas de jóvenes de ambos sexos que se ofrecen como guías y expertos conocedores de la zona.




Encarar hacia el Pelourinho pasando frente a los restos del anfiteatro de la vieja Facultad de Medicina, con Hipócrates y Galeno que, inmóviles y de piedra, miran como negros de motas trenzadas y barbas extrañas usan sus pedestales como escaparates para artesanías, pinturas, kangas y camisetas pintadas.

Bajar hasta el empedrado de las torturas, donde ayer nomás se mercaba con negros esclavos.
Contemplar cómo bajan batiendo parches por la Rua Gregorio de Matto los desarrapados de la renombrada Sociedad Carnavalesca Filhos de Gandhi, encabezados por un bastonero cojo con grenchas trenzadas y bombachudo floreado mientras en las escalinatas del Museo de la Ciudad y de la casa de Jorge Amado dos negras con calzas revolotean las ancas al son de los tambores.






Tres chiquilines se pelean en las escalinatas de Nuestra Señora del Rosario de los Negros, construída, adornada, decorada y tallada por los esclavos para los esclavos.
Tomar una caipirinha (de las buenas: un limoncito verde sin cáscara molido con mortero previo agregado de dos cucharadas soperas de azucar; agregar hielo picado y cachaca en cantidad suficiente para llenar un "copo"; batir enérgicamente y luego servir) sentados a una mesa que apenas se mantiene en equilibrio en el chueco empedrado de esa poética esquina de Gregorio de Matto y Joao del Senhor.

Caminar hasta San Francisco, toda ella enchapadita con polvo de oro pegado a las paredes con una mezcla de melaza más sangre, sudor y lágrimas de negros esclavos, sentarse en uno de los bancos tallados a mano (de los que estan en el medio de la iglesia) y entretenerse descubriendo las venganzas esclavas a la opresión del amo blanco y su religión impuesta a látigo e inquisición: ángeles con caras de viejos y con sexo (pititos y conchitas por doquier...), torsos de mujeres negras embarazadas y desnudas en recuerdo de las tantas esclavas obligadas a satisfacer los instintos de los señoritos de la alta sociedad colonial y de algún que otro cura, que quedaron preñadas en el evento, alguna que otra imágen de dioses paganos entremezclados con toda esa barroca concentración de santos, arcángeles, ángeles y querubines.




Subir nuevamente a la Praca da Catedral respondiendo disimuladamente (para que quien te acompaña no se incomode) a los guiños provocativos de exhuberantes morenas de culos cadenciosos y pechos danzarines.
Comer un par de acarajes (exquisitos bollos de feijâo branco molido y frito en aceite de dendé, abierto al medio, untado con una pasta de pimienta bien fogoza y relleno con salsas varias, camarones fritos y alguna que otra cosa más) preparados en callejeros puestos (aunque la palabra "puestos" resulta demasiado pretenciosa y exagerada para denominar así a esos tronos rodeados de ollas con deliciosas e incitantes emanaciones en las que se instalan como reinas) por las inigualables manos de esas gordas bahianas llenas de encajes blancos sobre su brillante cuero preto.


Montarse en el funicular que te desciende a la Ciudad Baixa. Entretenerse con el vendedor de monos de la plaza que está frente al Mercado Modelo. Regatear en cada uno de los puestos del Mercado. Tomarse una batida acompañando a algunas casquinhas de siri en el Restorante de María de San Pedro, en la terraza del primer piso del Mercado, mientras el sol cumple el cotidiano rito de ponerse en el mar, espectáculo que nos resulta extraño a quienes vivimos en la rivera del Atlántico que mira al Este.



Subir nuevamente al Centro Histórico de la ciudad usando el elevador (eso de viajar por una ciudad en ascensor no deja de ser extraño...).
Y nuevamente a la Plaza de la Catedral. Y otra vez a repetir el recorrido.
Siempre igual... Siempre diferente...
Ciudad del Salvador de la Bahía de Todos los Santos, santa sede del candomble, pontificado de los cultos afro-brasileños, capital africana de América, protegida del Sr. de Bonfim (Oxalá), tierra de poetas, artistas y cantores...: te amo !!

2 comentarios:

  1. Hola Carlos que viaje fabuloso, las fotos son muy bonitas y los lugares increíbles.
    Me quedo en tu sitio. Un abrazo.

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  2. Pampa querido. Leyendo, recuerdo cuando contaste el viaje en la lista. Ahora tengo las imágenes. Realmente un viaje muy fuerte. Todo lo describis con pasión. Un abrazo. Seguidor 1.

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