La llegada a la séptima década lo había sumido
en elucubraciones extrañas.
A veces se le daba por imaginar el futuro sin
él, o lo que habría sido el mundo sin él. En general sentía remordimientos. A
veces por lo que iba a hacer, a veces por lo que no había hecho.
Ese día se levantó pensando en los muertos del
placard. En todas esas cosas que causaron daños graves a otros o a su
conciencia. No sabía por qué o cómo había comenzado. Lo que sabía es que sacar
a flote esos recuerdos lo torturaba, pero no podía evitar hacerlo.
Un recuerdo trajo a otro, y éste a otro, y así
comenzaron a aparecer recuerdos en forma desaforada. Infidelidades, mentiras,
dolores a otros, abortos, traiciones, algún robo, falsedad, acosos,
perversiones… La lista era larga…
Por más que trataba, no podía parar ese
desborde de recuerdos.
Hacía esfuerzos sobrehumanos por encajar un
buen recuerdo en esa torturante lista, pero no podía, no lograba detener ese
tren que lo estaba atropellando vagón por vagón.
Todos sus amigos decían (y lo creían
realmente) que él era un buen tipo. Y él siempre había estado de acuerdo.
Siempre pensó que su ex mujer tenía la culpa
del fracaso de su matrimonio y que había sido víctima de las circunstancias,
pero esa cadena de recuerdos comenzó a cambiar la percepción de su pasado.
Comenzó a pensar que, desde el primer recuerdo, de la época de su adolescencia,
había comenzado a tejer su fracaso matrimonial. Y todos sus otros fracasos, que
siempre había considerado éxitos pero que a la vista de sus recuerdos, ahora
comprendía que no lo eran.
Buscó excusas para sus maldades, pero no las
encontraba.
Esa sensación de culpa comenzó a invadirlo. Se
sentó en el sillón y, simplemente, dejó que se desbordara su memoria de muertos
en el placard.
Después de varias horas, logró tomar el
control de su memoria. El tren comenzó a detenerse lentamente hasta que se
detuvo por completo y los recuerdos quedaron inmóviles.
Se levantó lentamente, fue al baño, se lavó la
cara, se miró al espejo y se dijo “La verdad es que fuiste un reverendo hijo de
puta…”
Curiosa es a veces la evaluación de los hechos...y la impresión que se causa en los demás.
ResponderEliminarBuen relato Pampa!