De todo...

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Planté algunos árboles, tuve 3 hijos y 3 nietos, estoy listo para escribir mi libro...

Planté algunos árboles, tuve 3 hijos y 3 nietos, estoy listo para escribir mi libro...

2/7/11

Salvador de Bahía (un viaje en capítulos) Final y despedida

GABRIELA, CLAVO Y CANELA (LA TRISTEZA DE UNA FICCION REAL)











De las siete noches que pasé‚ en Salvador, solo falté a la cita negra del Pelourinho el día que llegué (porque, como Dios manda, estaba hecho pelota) y el jueves (imbuído en mi condición de turista me anoté en el tour "Bahia Nocturna", con cena incluida). Los demás días, firme, me tomaba en la esquina del hotel el autobus, recorria Ondina y la Barra, pasaba el Faro de la Barra (lugar ideal para alimentar sueños y perder la virginidad, según afirma Jorge Amado), me sumergía en la abigarrada conjunción de asimétricos conventillos conforman el centro de Bahia, y daba con mis huesos en el "ponto final" del recorrido: la Praca da Se. De ahí al Peló, un pasinho. Y yo, tradicional amiguero, terminé culo y calzón con Lorenzo, negro y narigón, 12 años de edad, con la picardía que te da la calle y la necesidad, que en una mezcla de portugués, italiano y español, se esmeraba por explicarme todo, por solucionarme todo.

Todas las noches, religiosamente, comíamos juntos en algún boliche del Pelourinho. El primer día, solo él y nosotros. El segundo día se trajo tres de sus quince hermanos. Al día siguiente se apareció con un par de socios más. Y el viernes, entre todos los que se arrimaron, estaba ella.

Trece años, alta, cuerpo prepuberal, bonita. Su nombre era Gabriela.
Conocía a todos los personajes del lugar. "Aquel es mafioso", "ese vende maconha", "cuidado con este que es ladrón". Conocía vida, milagros y, especialmente, pecados de todos los habitués del Pelourinho.
Cuando el hermano menor de Lorenzo, entre burlas y risas, la señaló acusadoramente e hizo el clásico e internacional gesto de unir en un anillo pulgar e índice izquierdos e introducir reiterada y cadenciosamente el índice de la otra mano en el susodicho agujero, ella simplemente se encogió de hombros y dijo con absoluta naturalidad "Solo cuando no vendo los huevos"(necesito explicar que su ocupación habitual es ir de mesa en mesa, de boliche en boliche, ofreciendo "ovos de codorna").
Esa noche no necesitó satisfacer el apetito sexual de ningún gringo malparido: no solo comió con nosotros, sino que además le compré todos los huevos de codorniz que llevaba (los repartí entre nuestros pequeños acompañantes) y cuando nos íbamos, con disimulo (para que el resto no reclamara lo mismo) le deslicé unos billetes en su mano.
Pero la de ese viernes fue una noche perdida entre cientos de noches llenas de hambre y vacías de compradores de huevos...
Gabriela, clavo y canela... Puto destino el tuyo...

PERLA NEGRA DE LA RIVERA NORDESTINA (ANOTACIONES PARA TURISTAS CURIOSOS)
Ay...! Las playas de Bahia...!
Arenas doradas, mar límpido, minúsculas playas ubicadas entre rocas y peñascos, pequeñas bahías de encanto sol y cocoteros que se inundan de morenos los dias feriados. Sol de mil soles que esconden hambre y pobreza.
Mar que deposita en las arenas lembrancas africanas.
La Barra, con su Cristo mirando al centro. Con su faro, monumento diurno, romanticismo nocturno, que guía a naves y a poetas. Punto de referencia para encuentros y desencuentros.
Bares con grupos ruidosos y alegres, gente comiendo a la vera del mar, elegantes edificios y un grande y moderno shopping center escupen desprecio sobre una realidad paupérrima.
Allí cunde la tentación de sentarse a ver pasar la gente y el tiempo, de gozar del sol y del agua, de tomar cerveza observando languidecer la tarde.





La noche derrama magias y misterios, alguien amará al solitario, alguien aprovechará sus mil recovecos ribereños, sus innumerables escondrijos costeros, para derretirse en orgasmos artesanos. Y alguien alimentará sueños y perderá la virginidad.

Más allá, rumbo al norte, Ondina y Rio Vermellho, poca playa y mucho lujo. Allí están el Othon y el Meridien, lujuria hotelera para visitantes, rodeados de lujosísimos edificios de departamentos donde moran los blancos encerrados y lejos del hambre cotidiano, del olor y del dolor de un pueblo oscuro, aún esclavo, pero por suerte distante...
Después si. Comienza la playa interminable. Allí Salvador deja de ser capital y se convierte en ciudad balnearia. Pituba, Armacao, Boca do Rio, Piatá, Itapua, Flamengo, Ipitanga, Vilas do Atlantico, Buraquinho y Vilade Abrantes son los eslabones de una larga cadena de sol, mar, arena y gente.
Allí está el recreo, lejos de la verdad. Es allí donde brota el engaño del "tudo bem".
En los muelles ubicados frente al Mercado Modelo o en el puerto, lanchones y Ferrys públicos embarcan contingentes en busca de un aventurero paseo por la Bahia de todos los Santos. Cientos de islas, islitas e islotes, perlas de preciosos collares, son el natural adorno que la Naturaleza regaló a la joya del nordeste. Pero la gente solo tiene acceso a dos: Ilha dos Frades e Itaparica.





La primera es sublime. Hermosa playa
Partida al medio por un morro en el que se levantan guardianas las ruinas de la Capilla de Nossa Senhora de Guadalupe. Hacia un lado, la soledad, la vegetación llegando casi hasta el mar, la playa angosta y larga por la que corren lagartijas, siris y bichos diversos, asustados por la extraña y poco habitual invasión humana. Varios kilómetros de playa solitaria para recorrer acompañado por una orquestade la que el mar y los pájaros son solistas aplicados. Del otro lado, vestigios de
 civilización: un par de puestos de comida desde donde brotan exquisitos aromas de pescado frito, camarao grelhado y frutas frescas; varias sombrillas que protegen del sol a algunas mesas y sillas; artesanos que ofrecen sus productos. Todo sobre la arena limpia de una playa ardiente y colorida. No hay muelle. Desde la barcaza hasta la orilla hay que nadar; o apiñarse en un botecito que no impide que el agua moje hasta los calzones.

Y la playa de Loreto con la Igreja de Nossa Senhora do Loreto.

Itaparica es diferente. Tiene un lado rico, residencial, un lado blanco (Club Mediterranee, mansiones de 1 millón de dólares, playas privadas)




y un lado histórico-colonia.Cada uno sabe a que lado quiere ir, a cuál de los dos lados pertenece.



Pero si se tiene la posibilidad de acceder a un yate privado, o contratar una barca pescadora (cosa factible si se efectúa una escala de un par de días en Itaparica), lo ideal es recorrer las pequeñas islas deshabitadasy descubrir las miles de espectaculares playitas que en ellas hay.



Otra opción es Praia do Forte. De la Rodoviaria parte un micro de la empresa Santamaria (2,5 reais p/persoa) que recorre unos 70 kms. hacia el norte. Después de hacer algunas paradas en distintos balnearios, arriba a este pueblito de pequeñas pousadas y grandes mansiones. La calle principal (de tierra colorada) está adornada por negocios de artesanías y boutiques de muy buen gusto que delatan la concurrencia de turistas y de habitues millonarios.


La calle muere en el mar después de esquivar una pequeñisima capilla, miniatura colonial ubicada en el lugar exacto que la naturaleza le destinó desde el momento mismo de la creación del universo.
Hacia un lado, aristocrático conglomerado de blancos descansando en cómodas reposeras, tomando batidas y saboreando deliciosas delicadezas (y, como siempre, morenos sirviendo).

Hacia el otro, democrático amontonamiento de negros arremolinados en toscas mesas, meta caipira y cerveza, comiendo acarajes que una gorda de encajes blancos y manos engrasadas prepara pausadamente. De la aristocracia para allá, 5 mts. de arena separan un tranquilo mar de los parques y jardines que rodean a los chalets y posadas, donde negras nanas cuidan bebes blancos.
De la plebe para allá, la reserva y criadero de tortugas gigantes y luego, la playa infinita, ventosa, quemante, de mar violento y grandes rompientes.
Bahía. Diamante nordestino, amante del sol, reina del mar, contracara africana en América, tierra de contrastes, evocada por mil trovadores y poetas, síntesis extraña de dolores y placeres, caótica contradicción de esclavitudes libres y libertades esclavas. Imposible de descifrar. Imposible de esquecer...














CHAU, BAHIA... (EL COMPROMISO DE UNA DESPEDIDA)

" La Bahía de Todos los Santos es la puerta del mundo, como ya se sabe. "
" Desmedida, en ella caben reunidas las demás ensenadas de Brasil y todavía "
" sobra espacio donde contener las rías de Galicia y las escuadras del universo. "
" En cuanto a la belleza, no hay comparación que se pueda hacer ni existe "
" escritor capaz de describirla. "
" Un rebaño de islas, cada cual más apacible y deslumbrante, pasta en este mar "
" de sueño. Pastoreadas por la isla mayor y principal, la de Itaparica, pobladas "
" de tropas lusitanas y holandesas, de tribus de indios y de naciones africanas. "
" En el fondo de las aguas, en el reino de Aioké yacen cascos de carabelas "
" armadas en guerra, hidalgos portugueses y almirantes, colonos e invasores "
" expulsados por los denodados patriotas brasileños. Itaparica, madre de la "
" patria reciente, suelo de libertad en las batallas de la Independencia, en las "
" fiestas de enero. "
" De las glorias de la Bahía de Todos los Santos manda la prudencia no hablar; "
" es recomendable guardar silencio, para evitar el despecho y los celos: su fama"
" está en boca de los marinos, en las canciones de los trovadores, en las cartas "
" y los relatos de los navegantes. A las glorias de aquí no se les dará espacio ni "
" se cantarán loas para celebrarlas: la modestia es atributo de la grandeza. "
" En el regazo del golfo, en la brisa de la península, plantada en la montaña, se "
" eleva la ciudad de Bahía, cuyo nombre completo es Ciudad del Salvador de "
" Bahía de Todos los Santos, enaltecida por griegos y troyanos, exaltada en "
" prosa y verso, capital general de Africa, situada en el oriente del mundo, en la"
" ruta de las Indias y la China, en el meridiano del Caribe, gorda de oro y plata, "
" perfumada de pimienta y romero, puerto del misterio, faro del entendimiento. "
" Sobre esta ciudad de Bahía mucho más se podría decir, si no fuera por la "
" modestia y la prudencia. "

Jorge Amado
"La desaparición de la santa"
(EMECE)
La tristeza de partir, el dolor de dejar, la alegría de traer, el placer de recordar.

Tu sol se metió dentro de mi... Lo llevo bajo mi piel (perdon, Frank...)
Tus recovecos estallaron en mi cabeza y llenaron de esquirlas mi memoria.
Tu empedrado talló las plantas de mis piés, que ya nunca caminarán como antes. Tus pintores me dibujaron los ojos con esa extraña asimetría que te hace tan diferente, tan única. Tus trovadores me contaron del por qué de todos tus misterios...
Te robé gramos de sol, litros de cachaca, kilómetros de costa, infinidad de rostros inventados por la realidad...







Me traje un pedazo del Peló, algo del Mercado, noches de la Barra, la bendición de Oxala, los ojos de Terezinha, la pena de Gabriela, la sonrisa de Lorenzo, la vibración de Olodum desde el balcón de su conventillesca mansión en la Rua Joao del Senhor, el pimentoso fuego de los acarajes, la perfecta imperfección de tus ventanas y balcones...

Me traje el contraste de de tus barrios, el hambre de tu pueblo, la belleza de tus mujeres, la libertad de tus esclavos.
Me enseñaste la otra cara de la pobreza. Me mostraste mi lado oscuro, esa mi mitad negra que me enorgullece y compromete. Y me avergoncé de mi parte blanca, con sus mezquindades y soberbias.



Y me traje unas ganas inmensas de volver. Para saldar mis deudas blancas, para cobrar mis derechos negros. Para develar viejos misterios, para descubrir otros rincones afroamericanos en tus barrios, para caminar mil veces más por las calles del Pelourinho, para sentarme en el cordón de la vereda frente al Museo de la Ciudad y emborracharme de cerveza y samba. Quiero volver para acariciarte, sentirte, tocarte y hacer el amor.

Salvador de Bahía de Todos los Santos... Hasta pronto...

1 comentario:

  1. Un viaje con cuerpo y alma. Voy recorriendo poco a poco Brasil.....y tengo esa deuda con Bahia. Un beso azulgrana.

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